domingo, 22 de marzo de 2009

la culminación del idealismo alemán, Christophe Pilet, Lacoste vintage

Siempre que alguien me mira mal por llevar gafas de sol de noche me acuerdo de Hegel. Hegel, si bien niega la inmutabilidad de la esencia humana, reconoce ya en un supuesto primer hombre un deseo primario diferencial: El deseo de ser reconocido, reconocido como hombre por iguales a él. Los más bravos, aquellos capaces desafiar el más poderoso de los instintos--el de conservación de la propia vida--para obtener dicho reconocimiento, superando el miedo y trascendiendo así lo más arraigado de su propia naturaleza. De todo esto me acuerdo cuando me pongo de noche unas gafas de sol.
Porque hay tipos que te miran como si te perdonaran la vida. "Mira el chulito ese", dicen o piensan, queriendo decir en realidad "se creerá más chulo que YO". Como si desafiaras su espacio, su ley, su rey de mi reino. Puro Hegel.
Pero no me las pongo por vacilar. Ya no. Ahora peino canas y los días de lluvia mi cuerpo canta blues, ya no hago esas cosas. Me las pongo para ser yo. De aquí para adentro soy yo, me digo, de gafas para adentro existo. Y funciona.
Dicho de otra manera: Me pongo gafas de sol de noche porque soy raro de la hostia.
Antes eran gafas baratas, sieteconnoventah&mistas, ahora llevo gafas mejores. Se trata de existir, me digo, no seas tacaño. Y lo cierto es que ahora existo de puta madre.
Escribo todo esto con mis razones para existir puestas.